La burocracia ineficiente
e ineficaz nos arropa, vivir el calvario y peregrinación del SAIME en la
despedazada Caracas, permite escribir una novela o a lo sumo un cuento, a esos
menesteres lo trataremos más tarde, o dejaremos a otros que se encarguen de esa
tarea. Pero alguien tendrá que hacerlo.
Resulta paradójico
que una institución como el SAIME, tenga tantas oficinas y funcionarios desimanados
en la geografía nacional, y a la final, el claustro del SAIME de Caracas, sea la
instancia que puede resolver la emisión de pasaportes a todos los nacionales y extranjeros.
De esta realidad surgen algunas interrogantes, ¿Qué función cumplen las
oficinas regionales del SAIME?, ¿Qué rentabilidad tiene desembolsar dinero público
para pagar a funcionarios y mantener instalaciones que no cumplen ninguna efectividad?,
presumo dadas las características del régimen, que estas oficinescas son parte
del engranaje corporativo del clientelismo político de la dictadura.
Incursionar en
el SAIME de Caracas es una odisea, una experiencia enriquecedora de vivencias,
un entrenamiento para cómo superar los entuertos de la burocracia, un pesar que
jamás podría ser olvidado. El drama comienza con la decepción de una respuesta negativa
de la oficina natural de la región, esa es la primera arrechera, luego viene el
plan de ir a la gran capital a resolver el lio, contactar familiares o amigos
que puedan recibirlos, reunir unos churupitos, alistar una lonchera exprés para
abaratar costos, conseguir efectivo, sortear que haya autobús, preparar el
equipaje con artículos que superen la intemperie, foliar todos los papeles
exigidos, más otros por si acaso. Al llegar el día, te lagrimean los ojos al
ver la mega cola con una gama de gentilicios, dialectos, raza y géneros
apostadas a la torre de babel, gente sentada, acostada, desaliñada, es
trasnochada, hambreada que esperan ser atendidos después de pernotar en el
lugar dos noches y dos días, sin exagerar, pueden ser hasta mas. El mayor reto de
esa muchedumbre, es dónde descargar sus necesidades fisiológicas, pues los
infames del SAIME o el ayuntamiento no se les ocurren habilitar algunos baños itinerantes
para brindar un gesto de humanidad y garantizar la limpieza del lugar. La multitud
se organiza, se alistan en nominas improvisadas para llevar el orden que a cada
quien le corresponde.
De desayuno un pila de gendarmes que desde muy
temprano ladran, jefean y humillan, pero nunca saben nada, los pusilánimes a lo
menos, sueltan sus lagrimas otros se encolerizan. Empieza la procesión; primera
estación, pasar la cinta externa, chequeo de documentos. Si sales no entras. No
pues llevar playeras ni pantalones rotos, así sea los únicos que tengas. Segunda
estación, cruzar los torniquetes, división de las gestiones, nuevamente chequeo
de documentos. Tercera estación, esperar ser atendido. En ese trajín haces
amigos, te comes algo, chisteas o haces cualquier otra cosa que mate el ocio.
Esto es solo una
ilustración del drama, ojala a alguien se le ocurra producir un cortometraje de
tan indígnate situación por la pasan los venezolanos, mientras tanto seguiremos
pagándole a funcionarios de la oficinas regionales del SAIME para que hagan
nada o muy poco. Por lo pronto, el agite me dejan sin palabras…
Reynaldo J.
Cortes G.
(“El
carácter de un hombre es su destino” Heráclito)
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